El escritor Alfonso Ruiz de Aguirre rompe un tabú y arremete en su última novela, El difamador , contra la corrupción de los premios literarios que conceden las grandes editoriales y es un ajuste de cuentas con los «empresarios abusones, los conductores asesinos y los obsesionados por lo políticamente correcto». Para Ruiz de Aguirre no todos los certámenes literarios se pueden medir por el mismo rasero en cuanto a su honradez.
Están los que convocan ayuntamientos, diputaciones o entidades públicas. Y luego están lo que denomina de «clase A», que organizan las grandes editoriales y se conceden «en función de variables psiconáuticas que escapan a mis torpes entendederas; sólo por casualidad acaban engordando su prestigio con nombres que se venden bien». La novela cuenta la historia de Ricardo Salazar, a quien se le brinda la oportunidad de escapar de la mendicidad ejerciendo como difamador.
EL DIARIO DE LEÓN
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