Hoy, al hablar acerca de que existen personas que te animan a vivir y otras que te ayudan a ir muriendo, he recordado situaciones que viví en el colegio que me hicieron sentir bien o sentir fatal. He recordado a compañeros que día tras día iban quemándote por dentro y que lograban que cada día fuera un “infierno” y que no quisiera ir a clase, pero también he recordado
momentos muy felices; como mi primer día de colegio, en primero de Primaria; me acuerdo que lloré muchísimo, no quería ir a aquel colegio de Hermanas.
momentos muy felices; como mi primer día de colegio, en primero de Primaria; me acuerdo que lloré muchísimo, no quería ir a aquel colegio de Hermanas. Desde pequeña, cuando solo tenía tres años y pasaba por delante de aquellos muros, un escalofrío recorría mi cuerpo, no me gustaba aquel lugar, lo veía frío y feo. En cambio, mi guardería si que era bonita; tenía un jardín enorme y muchos columpios y por dentro era como una gran casa, tenía tortugas, peces, cosas que hacían que el día a día fuera mucho más agradable.
Pero mi abuela se empeñaba en recordarme cada mañana cuando íbamos camino de la guardería:” mira Laura, ahí irás tú cuando seas más mayor” y yo salía corriendo y me entraban unas ganas enormes de llorar.
Por eso, mi primer día de colegio fue bastante feo, cuando me sentí en aquella aula fría, de pie, apoyada junto a todos mis compañeros en la pared esperando que nos nombraran por orden alfabético para ocupar nuestros asientos, sin mis amigos de siempre, rodeada de niños y niñas a los que no conocía de nada ni tenía interés en conocer; y por si fuera poco con una monjita que nos miraba a todos con ojos celestiales, pero que en aquel momento a mi me parecía lo más horrible del mundo, quise morirme.
Pero lo que ocurrió entonces fue algo que me marcó, de repente un brazo me cogió por el hombro y me dijo, no te preocupes, si quieres podemos ser amigas. Y aquel momento fue único, aquella niña, María, que luego resultó ser mi mejor amiga durante seis o siete años me ayudó, me animó a ir a clase y a descubrir que aquel lugar podía ser menos feo si ella estaba conmigo, haciéndome reír y pasando todo el tiempo juntas.
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